jueves, 14 de abril de 2016

LA FAMILIA TRADICIONAL AGONIZA

Las últimas estadísticas muestran que la institución del matrimonio está en una franca agonía.  En nuestro país más de la mitad de las parejas han decidido convivir sin pasar por establecer este vínculo jurídico.  Flagelos como el divorcio, el adulterio, la amoralidad de las exigencias de un matrimonio gay y un cúmulo de factores han ido mermando la credibilidad del matrimonio.  Y si del matrimonio civil estamos hablando, ¿qué podríamos decir de la bendición que da la iglesia a esta unión?  Sin comentarios.  Cada vez menos personas en la iglesia pasan por este sacramento y el porcentaje de divorcios entre los cristianos es absolutamente escandaloso.  En los Estados Unidos, por ejemplo, a partir de esta segunda década del siglo 21, hay más divorcios entre los cristianos que entre los que no se consideran tal.  El gran problema es que, como el matrimonio es la base de la familia, y ésta el núcleo básico de la sociedad, no sólo la familia resulta damnificada, sino también la sociedad entera, con todas las consecuencias que apreciamos hoy a nuestro derredor. En nuestro querido Chile, se crearon ciertos comitées de Seguridad ciudadana, tanto a nivel de las Intendencias regionales, como a través de las alcaldías comunales, instituciones que en sus informes acerca de la delincuencia, la peligrosidad y la percepción del chileno frente a este flagelo, indican que muchos problemas con la delincuencia nacen de una familia disfuncional, tales como la vagancia infantil, donde el niño escapa de la violencia intrafamiliar para vivir en la calle, y allí se involucra en drogas y delitos menores, como el hurto y robo para mantener el vicio.  Al encerrarlos en lugares habilitados para los niños, conviven con niños mayores quienes los violan y les enseñan a robar con violencia, cosa que harán cuando salgan a la calle otra vez, volviendo a las cárceles donde el círculo vicioso lo convertirá en parte de una sociedad peligrosa y, por ende, la delincuencia seguirá en su feedback, a pesar de todos los esfuerzos y programas que planeen los gobiernos.
Si queremos arreglar una sociedad, hay que empezar por la casa y el hogar.  Y el hogar sólo se arregla cambiando a las personas que lo componen, y éso es precisamente lo que hace Cristo: cambiar el corazón del individuo.  Les abraza el pastor Rubén Rodríguez R.

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